En la población general una de cada 5 embarazadas (20 %) tienen alto riesgo de complicaciones. En ellas la atención prenatal debe ser mas frecuente y la utilización de estudios para evaluar el bienestar fetal y la condición de la embarazada, más amplia.
Las causas que vuelven a un embarazo de alto riesgo pueden existir desde antes de que la mujer se embarace como: extremos de la vida reproductiva (embarazo en adolescentes o después de los 35 años), alteraciones en el peso (desnutrición u obesidad), presencia de enfermedades crónicas (hipertensión, diabetes, lupus, etc), adicciones (alcohol, tabaco o drogas), exposición a agentes nocivos (pesticidas, radiación, solventes, medicamentos, etc), condición socio-económica baja (con poco acceso a atención prenatal) y embarazo múltiples. También los antecedentes de cesáreas, partos pre-término, aborto, muertes fetales, así como antecedentes familiares de este tipo de problemas.
Hay otras causas que aparecen en el embarazo: amenaza de aborto, diabetes gestacional, pre-eclampsia, placenta previa, desprendimiento prematuro de placenta, amenazo de parto pretérmino, ruptura prematura de membranas, restricción en el crecimiento intrauterino, alteraciones en la cantidad de líquido amniótico (oligo o polihidramnios), etc.
Es muy importante que desde la atención pre-concepcional, o al menos durante la primera consulta durante el embarazo el médico decida si el embarazo es normal o de alto riesgo. Si la decisión es que es de alto riesgo requerirá vigilancia más estrecha y con estudios más sofisticados. Existen gineco-obstetras con la sub-especialidad de Medicina Materno-Fetal, es decir más calificados para atender este tipo de embarazos.
Durante la vigilancia del bebé antes de nacer hay que evaluar muy bien si el crecimiento del mismo es adecuado y si no muestra datos de sufrimiento agudo o crónico, así como si no hay modificaciones en el cuello de útero antes de tiempo, si el líquido amniótico y la placenta se mantienen normales, si no hay datos que sugieran problemas con el cordón, y asimismo que no se agreguen o compliquen enfermedades.
En estas pacientes, estudios de laboratorio y de ultrasonido Doppler son verdaderamente útiles, así como la monitorización de latidos cardiacos en reposo y con estrés. La vigilancia de peso, presión arterial y los proporcionados con exámenes rápidos en orina, son muy útiles.
Interesa obtener un ultrasonido vaginal tan pronto inicie el embarazo, para corroborar que el tamaño del bebé corresponda a la fecha de la última menstruación y a partir de ahí evaluar el desarrollo del mismo. Además de los estudios básicos de bienestar fetal, en estos embarazos se requieren más ultrasonidos y exámenes de laboratorio que lo habitual, asi como una vigilancia estrecha del peso, presión arterial o datos de retención de líquidos en la embarazada.
Con una buena atención la mayoría de estos embarazos llegan a un feliz término, aunque en ocasiones requieren programar cesáreas antes de que el estado de la madre o del bebé empeoren.
En conclusión, desde el inicio de la atención prenatal debe determinarse si se trata de un embarazo de alto riesgo para invertir más en tiempo, tecnología, cuidados y convencer a la paciente que el embarazo requerirá cuidados especiales que si se siguen lo más probable es que el resultado sea muy favorable.